Stella Estrada
Nací en Tumaco,
Nariño, Colombia. Realicé estudios de Ciencias biológicas en la Universidad
Santiago de Cali y me doctoré en el
Instituto Santiago Ramón y Cajal (Universidad Complutense de Madrid).
He realizado estudios
de Filología Hispánica en la universidad de Vigo, que no he terminado.
Actualmente trabajo
como coordinadora de Salud Medioambiental en la Concellería de Educación del
Concello de Ourense.
Desarrollo otra de mis
pasiones, la literatura, escribiendo novelas y relatos cortos. Mi
primera obra publicada en 2005 por la editorial Huerga y Fierro se titula El
doctor sin letra. La segunda Írimo, de Ediciones Malberte, publicada en 2008.
Mi tercera novela Nadie muere la víspera publicada en 2016 por El Cercano
Ediciones. Además colaboro como articulista en un espacio “Indeterminado” en La
Voz de Galicia Ourense. Las obras se presentaron en:
El doctor sin letra:
·
Feria del libro de Guadalajara, México. El sábado 03 de Diciembre a las 17:00h, en el
salón Afredo R. Placencia, ubicado en el Centro de Negocios de Expo
Guadalajara. (FIL)
·
El Liceo Recreo de Ourense
·
En el Centro de Documentación ALECRÍN de Vigo
·
Feria del libro de Madrid, 2005
·
Feria del libro de
Coruña
·
Feria del libro de Vigo
·
Centro de interpretación do Castro de Baroña de Porto do Son (A Coruña)
Írimo
·
El Liceo Recreo de Ourense
·
Casa de Galicia de Madrid
·
Feria del libro de Ourense, Vigo, Coruña y Monforte de Lemos
Nadie muere la víspera
·
El
Cercano
·
Feria
del libro de Monforte de Lemos
·
Feria
del libro de Coruña
·
En el Centro de Documentación ALECRÍN de Vigo
·
Biblioteca
departamental de Cali
He presentado a los siguientes escritores:
·
Benjamín
Prado en el Liceo de Ourense: Y todo vuelve
·
Marta
Rivera de la Cruz en la Feria del libro
de Ourense: Retorcer un poco una historia
·
Antonio
Vallejo en el Liceo de Ourense Cómo mirar dentro de uno mismo…
·
María
Jesús González en el Liceo de Ourense: Placeres recuperados
Participación Literaria:
·
Día de la mujer: Círculo poético Ourensano
·
Jurado en Primer concurso de poesía infantil:
Círculo poético Ourensano
Lo
que se ha dicho de mis libros:
·
Carlos
Caneiro, (escritorourensano)
·
Manuel
Zabal, (Catedrático de lengua)
·
Xoán
Pastor Rodríguez Santamaría (Concelleiro de Cultura)
Buraco, isla del encanto
“Imagine el mar Pacífico
introduciendo sus perezosas aguas en los recodos de una isla. La arena negra
salpicada de cristales blancos tan endebles, que se adhieren a la piel de quien las contempla con la misma candidez con
que el mar lleva y devuelve lo robado. Su nombre, Buraco.
Buraco es..., ¿cómo definirla? Es
una mujer. Una isla mujer. ¿Ha pensado usted, alguna vez, que existe una isla
con sexo definido?. Seguro que sí. La fuerza creadora viene de la imaginación
del pueblo. Esto lo dijo un sabio profesor del también sabio Gabriel García
Márquez.
Entonces, recurramos a la
imaginación para imaginar que va usted sobrevolando desde lo alto de un pequeño
avión, el caparazón de un recóndito lugar situado en el Pacífico sur. Y, efectivamente,
verá brotar del mar un montículo de tierra al que sólo le permite alejarse dos
metros sobre su nivel. Ni más ni menos. Una vez que el caparazón está abierto,
verá partir a Carlota a Virgilio, Chila, Lorenzo, Aura que no pertenecen a la
gente usté de su pueblo, pero que decidieron ir en busca de su particular
renacer”.
Y como tinterillo renació, también, el protagonista El doctor sin
letra:
Palabra que en el argot buraqueño es aquella persona que, sin tener estudios,
tiene talento natural para defenderse y
defender a los demás ante la injusticia. Sus servicios eran requeridos por
personas no menos ignorantes del propio pueblo y de los circundantes. Así que
si usted necesitaba hacer la declaración de la renta, el doctor sin letra era
la solución; que si tenía un problema con un vecino que no quería pagarle una
deuda, le presentaba la demanda; si necesitaba dirigir una carta de amor a su
novia, usted sólo dictaba que él escribía; que si le cortaban la energía por
falta de pago, también de esto se encargaba. Todo lo que usted pueda imaginarse
que ocurra en un lejano pueblo bañado por aguas del mar Pacífico, donde
conviven mestizos, indios, negros y mulatos, donde los terremotos
constantemente regalan con su presencia unos metros de tierra al mar, donde
puede encontrar apodos como “mujeres blancas”, “bailembote”, “cacha gallinas”,
“patepalo”, “chuchaciega”… y donde aparecen pasquines al día siguiente de la
pelea entre dos curas españoles, con el espanto de la gente, aquí tenemos a un
doctor que soluciona nuestras pequeñas batallas ante la burocracia en la que
duerme la paz del pueblo”.
Estos fragmentos pertenecen a mis novelas: Írimo y
El doctor sin letra. Las dos se desarrollan en Buraco, pueblo al que yo llamo la isla del
encanto, porque todo lo acontecido allí parece el reflejo de la ensoñación
de unos personajes que tienen la necesidad de realizar su propia emigración, ya
sea dentro de sí mismos o saliendo de su entorno natural. Las dos son, también,
el reflejo de donde nací, pero el lector puede encontrar los mismos sentires en
cualquier parte, donde las injusticias siguen siendo la asignatura pendiente,
no ya de los gobernantes de quienes en estos casos se espera poco, sino, de sus
habitantes que dejan a la esperanza en manos de Dios y a Dios en manos del
azar. El doctor sin letra procura
ser el reflejo fiel de un pueblo que se representa en la tertulia en la que
participa el protagonista y sus tres amigos. A través de estos hombres se vislumbra, también, la vida
sometida a mil contradicciones e injusticias seculares, haciendo su propia
emigración, no por contraste con la sociedad sino como protección ante los
“perturbadores de su armonía”. Por lo que no tengo necesidad de buscar otro lugar para manifestar
la ilusión, la fuerza de la gente sencilla en busca de un porvenir más amable.
Si me preguntaran qué le puede
decir la novela a un lector, que es el caso, les diría que no intenta nada que
él no sepa. Sabe de emigración, sabe de los viajes de ida y también de los de
vuelta. Puede ser una historia colonial en el sentido de que sus personajes,
mayoritariamente, son de raza negra, y esta mezcla sólo fue posible en esos
tiempos. Y criolla, en el sentido mimético que da la cercanía. Sobre todo, es
una pequeña historia de vida, fundamentalmente.
En cuanto a la segunda novela, su
título, Írimo, es una degradación de Írime y ésta, a su vez, otra corrupción
acriollada de la voz Efik, Idem (máscara) y de otros vocablos bantús fonética y semánticamente
próximos que significan lo mismo; seguramente por “evocación filiativa africana”. Los mitos que introduzco en las dos novelas están
basados en mi creencia de que la mitología es al hombre lo que el hombre es así
mismo, un mito; y en ello sustenta su propia existencia: creando y preservando
leyendas que determinarán su propio origen.
El protagonista, Virgilio, es un
conductor de autobús, al que llama el carro de la ilusión. Dos chicas,
Carlota y Chila, se suben a él. Las dos con el mismo destino, la huída. Pero
con distinto final. El doctor sin letra, tinterillo de talento natural,
exquisita y elegante corrección y bien hechor de los necesitados junto al entusiasta Lico Bikó, joven, noble e
idealista perseguidor de causas perdidas, que al final, pierde la esperanza en
el hombre y se refugia en los Comics. Porque, a través de ellos y sus historias
inventadas por otros hombres, no deja
perder la utopía de un mundo más amable. Lo que significa que aún
perdiendo la fe o la confianza en sí mismo, no lo hace en la idea de que el hombre
es el centro de su propio universo.
Estos son los personajes que
surgen de cualquier pueblo del pacífico colombiano, mi país de origen, al que
dejé atrás con la sensación de haber nacido en el país equivocado. Pero, como
dije antes, también lo es de cualquier rincón donde la palabra justicia aún tiene significado. Y,
como todo narrador que pretende crear un
mundo, a veces, de fantasías, aunque siempre con un nexo de unión con la
realidad, éste, es para mí, el enigma que todo escritor tiene al comenzar,
pensar una novela. Ya que no se trataba de hablar de lo que ocurre allí, en mi
pueblo, en mi entorno. Se trataba de resucitar, recuperar, reivindicar, ese
otro pueblo que habita entre un puñado de blancos que representa la oligarquía,
junto a mestizos, indios, mulatos y negros, estos últimos, llevados desde África, en principio por los
Portugueses y más tarde por los Españoles, y que viven, la mayoría de ellos, al
margen de los ideales propios de una nación que pretende ir “igualando la vida”
de los demás “con su pensamiento” que es
precisamente, el ideal de los gobernantes colombianos. En este caso, nada que
ver con los consejos de Andrés Fernández
de Andrada, poeta barroco sevillano, en su Epístola moral a Fabio.
Soy hija de una cultura diversa
en sus orígenes. Inevitablemente, pesa sobre mí la cultura occidental que me ha
enriquecido y que me permite curiosear cada día, con más insistencia, en la
literatura española. Por eso cuando me dicen que mis novelas recuerdan a García
Márquez, me alaba, pero al mismo tiempo
no son mis lecturas de sus libros los que me identifican porque, si de eso se
tratara, estaría más persuadida, por decirlo así, de Valle Inclán, al que he
leído con más apasionamiento que cualquier otro escritor del que me sienta
seducida. Pienso que, aunque él, García
Márquez, hable con maestría de la
naturaleza que compartimos, de las cosas que nos son cercanas, yo lo intento,
con recato, de las cosas que esa misma naturaleza nos sugiere, y también, de la
que me he ido alimentando a través del
tiempo vivido fuera de mi sitio de origen, incluido el hombre, claro está. Un
hombre que vive bajo el influjo de los encantamientos con que sus
gobernantes acomodan la paz de sus
sueños. Buraco, la isla del encanto."